Los lunes son horribles para mi. Por más que lo intento me es imposible escaparme de mi enfermedad de los lunes. Cada lunes despierto con angustia. En realidad no es que despierto así, pero después de dejar a los niños en el colegio y volver a casa me agarra un dolor insoportable en el pecho, mi secreta angustia como la he bautizado, que me hace olvidar todas las cosas que prolijamente anoto en mi agenda los domingos por la noche para evitarme la angustia de los lunes. Anoto generalmente las cosas pendientes que tengo que resolver en la semana para hacerlas todas el lunes a la mañana y empezar bien mi semana, ordenada, y con la sensación de que hago cosas productivas. Pero nunca me resulta. La puta madre, nunca me resulta.
Llego a casa a prepararme mi té verde que cambié sanamente por mi antiguo café de la mañana (tratando de echarle la culpa a él de mi angustia y mis achaques) con la idea de empezar mi día con una sonrisa y ganas de vivir y termino, inexorablemente, metiéndome a la cama –solo para tomar fuerzas con mi técito antioxidante- y termino sintiendo este maldito dolor en el pecho y en el brazo izquierdo que no me quiere dejar, mi pepe grillo le digo yo, que me recuerda como un coscacho en la cabeza que no tengo trabajo y que, mientras todos salen al mundo a pelear por su vida yo me quedo acá como las boludas pensando que algún día terminaré de escribir uno de los tantos libros o ideas que tengo en mi cabeza y que –obviamente- todavía no logro sacar a flote.
Esto de tener que buscar un trabajo es una cagada sobre todo para los que como yo, en realidad quisieran vivir de escribir o de pintar o de hacer música pero que todavía no son (somos perdón) nada. Y el tema es que uno se tiene que poner plazos para las cosas o creer ciegamente en uno mismo que es la sensación más poderosa del mundo, pero en los momentos de flaqueza o cuando en realidad uno empieza a escuchar los comentarios de los otros que te dicen que está todo bien siempre y cuando lo hagas productivo, o el tema está en seguir haciéndolo pero en tus ratos libres y buscarte un trabajo como la gente normal, o en realidad hay mujeres que les gusta ser amas de casa, quizás a ti te gusta eso… las nauseas invaden mi estómago porque me siento en el espacio del medio, todavía no soy lo que realmente quiero ser e igual nomás hay que pagar las cuentas y yo dándome la vida del oso mientras el resto se saca la mugre y la mirada de los otros condenándome por lo patuda que soy y a mi que lo menos que me gusta es ser una patuda.
Sartre decía que el infierno son los otros, ese espejo que retorna una visión deformada de uno mismo, una imagen que uno no ve, un cuento distinto al que uno se cuenta, cuando se cree algo que uno todavía no es. Pero que está a punto de salir, pienso yo. Pero como no sale, me vienen las nauseas y los achaques de los lunes. Como hoy.
Antes, en las épocas en que trabajaba correctamente en una oficina y ganaba un sueldo a fin de mes, la mirada de los otros también era una distorsión morbosa. Mientras yo me sofocaba en la oficina pensando que mi vida era una mierda, que el trajecito sastre parecía de secretaria o de ejecutiva al pedo, que era tan cagona que ni siquiera tenía las bolas suficientes para mandar todo y a todos a la mierda, los otros encontraban que yo era una suertuda. En serio. Una mina con suerte. Una mina que sabe pelear y que por eso –porque sabía pelear- me iba bien en la vida y tenía un buen laburo. Una vez un tipo incluso me dijo que me quería contratar porque yo era una mina con suerte. Y que la suerte es la mejor de las aliadas en la vida. Y yo habría la ventana de mi oficina de par en par porque todo me sofocaba. Eso fue como hace dos años.
Los lunes también me daban nauseas en esa época. Pero las nauseas eran por otra cosa. Empezaba mi dura semana en la que tenía que trabajar como autómata y esperar al viernes para terminar con la angustia de mi existencia banal y sin sentido. Yo! Que siempre supe lo que quería de la vida! Sartre, sí él otra vez, tenía horror de los oficinistas, pero claro Sartre era Sartre y yo soy yo nomás. Fué hasta que no pude más y mandé todo a la mierda de la noche a la mañana, literalmente. Y aquí estoy. Con la misma sensación de los lunes a la mañana.
Como tengo pedacitos de todo tipo de cosas, y un montón de ideas semi plasmadas en papel, se me ocurrió subirlas a un blog. Mentira. A mi no se me ocurrió nada. Se le ocurrió a mi cuñada. Hace meses. Y cada vez que me ve, me pregunta. Y tu blog? Aquí está.
3 comentarios:
Coral, leí este blog por la Tía Nelly, me encantó, definitivamente me siento identificado con el dia Lunes, así que tenemos que juntarnos incluso con Nelly a tomarnos un té verde y tertuliar
saludos
Fernando, estuve en tu taller y en ese momento le hice el comentario a Nelly que eras una mujer increible muy culta y llena de ideas así que sigue tu sentido
Fernando
Amiga... YO CREO EN TÍ, asi como creo en las hadas, en los ángeles y en Dios... Eres una mujer extraordinaria, llena, llena, de talento... Estás en el carril correcto, qué bueno que te cambiaste a tiempo, antes de que llegara el tren erróneo y te llevara no sé pa donde... escribe, escribe y sigue escribiendo, más temprano que tarde tendrás en tus manos el primero de los muchos hijos literarios que parirás...
Dale el valor real a tu trabajo diario, no sólo el de irse y escribir sin parar en un café vecino a nuestra Comunidad, no!!! el valor de ser una madre forjadora de almas, de tus miles de pasos para ser la madre de 5 qué numero por Dios!!! De ser para muchos, refugio, calor, dulzura...
Gracias al cielo puedo contar contigo en estos "horribles" lunes, saber que estas aquí, justo por donde yo voy pasando...
Querida Coral: empecé a leer por curiosidad y tuve que seguir hasta el final. Escribes muy bien, sigue haciéndolo.
Además pude encontrarme con una Coral menos conocida para mí, llena de relieves y sorpresas, como un fondo del mar
Un gran abrazo,y mucha confianza
Paty P.
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