Para mi papá
Antaño, la relación hombre mujer se establecía como lo establece el mito de Ulises y Penélope en la Odisea. Ulises sale a conquistar el mundo, es el aventurero, como Ismael en Moby Dick cuando decide echarse a la mar. El hombre sale, provee, conquista el mundo. Es hacia fuera, en filosofía china es la fuerza Yan. Penélope, la mujer, se queda en la casa a esperar al amado. Y su rol tiene que ver con la capacidad de espera, de paciencia y de argucia en su caso, para sortear al destino y poder continuar esperando. Cuanto sea necesario. Por eso tejía en el día, y destejía durante la noche. Es la Yerma de Lorca, seca por dentro, cuando le falta el hombre. “Después de él, la pared de enfrente” dice Lorca. La mujer representa todo eso, es fiel, se queda en casa acunando el nido, se desenvuelve en el interior: es la responsable de mantener la armonía del hogar, es la fuerza Yin. Por eso, se suele escuchar cuando nace una niña: “encontrarás un hombre que te ame” y cuando nace un niño:”Serás un conquistador; conquistarás a muchas mujeres”.
Todos saben que esta relación hombre-mujer ha cambiado. Primero las mujeres salieron y continúan haciéndolo, al mundo laboral remunerado. Muchas de ellas, porque terminan siendo jefas de hogar y deben mantener solas a sus hijos. Muchas otras, para mejorar la calidad de vida familiar, porque con un único ingreso “no alcanza” o simplemente, porque trabajar se encuentra ligado a la búsqueda del sentido en la vida. Cada vez más, hombres y mujeres tienen que salir a conquistar el mundo. Sin embargo, el hogar se ha mantenido en manos de las mujeres que deben jugar al doble rol, con la inevitable pérdida de energía vital. Si bien cada vez más hombres se comprometen con los quehaceres domésticos, continúa en el imaginario colectivo siendo la mujer la responsable de que un hogar funcione bien: a menudo los hombres dicen “yo ayudo mucho en mi casa” Porque si bien apoyan en las labores consideran que estas son responsabilidad de la mujer por eso el uso de la palabra “ayudar” (uno ayuda a otro con su tarea). Como dice Marcela Serrano, tenemos una silla coja aún: La mujer ha desarrollado sus lados femenino y masculino, pero al hombre le falta desarrollar su lado femenino.
Así como hace falta que los hombres se incorporen de lleno al mundo domestico, también es cierto que muchas de las cosas de las que las mujeres se hacían cargo, se han ido perdiendo. Aquella sabiduría ancestral, con respecto a la tierra y a las personas, a la relación entre el mundo, el universo, las estaciones, y las penas y las alegrías, a las hierbas que crecen en los campos, a los hongos malos y los buenos, a la intuición –el tercer ojo budista-, al manejo de las energías cósmicas y espirituales, al manejo de los sentimientos internos, de la ira, la rabia, las penas.
Existe hoy una escisión en nuestro cuerpo, hemos perdido la capacidad de auto curarnos y cuidarnos. Nuestros hijos enferman y no sabemos como manejarlo, presentan problemas de aprendizaje, déficit atencional, mala conducta, incluso a veces, depresión. Nuestro único camino es recurrir a ayuda externa, doctores, psicólogos, psicopedagogos, que sin duda conocen y saben lo que hacen. Sin embargo, como padres no somos capaces de iluminar el camino, no tenemos nuestro recetario básico, hemos perdido esa memoria ancestral, aquella fuerza salvaje que hace a cualquier animal guiar y proteger a su tribu.
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