La literatura tiene, para los adultos, el mismo poder que tienen, para los niños, los cuentos de hadas. Cuando me siento junto a un niño, pequeño, ignorante frente a las adversidades y maravillas del mundo, tengo una herramienta poderosa para describirle la forma del mundo: no el mundo tal cual es, sino más bien, una alegoría del mundo. Esa herramienta son los cuentos.
No sé bien desde cuando se cuentan cuentos de hadas… desde los inicios de los tiempos, asumo y me imagino a hombres y mujeres sentados alrededor del fuego en tiempos inmemoriales escuchando historias. Están en cada una de las culturas del mundo y en todas las tradiciones de los pueblos. Los Cuentacuentos iban de pueblo en pueblo narrando historias que cautivaban a grandes y pequeños. Otros dicen que, más bien eran las mujeres quienes narraban las historias y que lo hacían en sus casas, siempre al anochecer y también alrededor de un fuego o un gran caldero. Así los cuentos pasaban de generación en generación, contando siempre las mismas aventuras y cambiando, seguramente, cada vez, pequeñas cosas. Las historias, primero narradas durante siglos, en distintos puntos del planeta fueron recopiladas en el mundo occidental en el siglo XVII primero, por el francés Charles Perrault, escritor de la corte del Rey Luis XIV, el rey Sol. Por su trabajo como dramaturgo de la corte, no se recuerda hoy nada, sin embargo, esta hazaña, la de recopilar los cuentos de hadas, no solo lo llevaron a la posteridad, sino hicieron posible que las historias como Piel de Asno, El maravilloso Gato con Botas, Barba Azul, Cenicienta, Pulgarcito y muchísimos más, se encuentren hoy a disposición para ser contadas una y otra vez a los niños y a los no tan niños, me atrevería a decir.
Por aquella época, también, Antoine Galland hizo la primera traducción a lengua francesa de las fabulosas Mil y Una Noches. Una obra imperdible por su frondosa fantasía, su análisis fino, subjetivo y acertadísimo de las cosas y los sentimientos; un mapa, creo yo, que recorre los distintos vericuetos del alma humana, con sus variantes admirables, maravillosas, generosas, pero también oscuras, crueles, sanguinarias que todos tenemos –aunque no queramos verlas. Las Mil y Una Noches, me han acompañado a lo largo de mis años, de niña, mi papá me regaló un hermoso libro de tapa dura, rojo concha, que me leía cada noche… Ahora, soy yo quién le lee a mi hija: mi pequeña Mara suele enojarse conmigo las noches en que no le leo una de las historias de Las Mil y Una Noches. Algo tienen estas historias y todas las historias de los cuentos de hadas, me atrevería a decir, que cobran vida al ser narradas. La lectura de una novela, al contrario, es un acto privado, es una relación intima y personal entre el que lee y la obra. Nos pueden pasar muchas cosas cuando leemos, pero siempre serán cosas entendibles para nosotros mismos. Por lo general, no son cosas que discutiremos, más allá de la anécdota, con los otros. En cambio, con los cuentos la magia se produce cuando a uno le “cuentan” un cuento. Por eso cuando mi hija me dice: “No es lo mismo leerlo yo a que tu me lo cuentes”, tiene toda la razón del mundo. ¿Qué le voy a decir?
Un par de siglos después, los hermanos Grimm, realizaron la misma labor de recopilación en su Alemania natal. Dicho sea de paso, su versión de la Caperucita Roja es la que contaremos a los niños, puesto que en la de Perrault, el lobo se come a la abuelita y luego a la Caperucita y ahí se termina el cuento. ¿Se imaginan el trauma? Además de estos tres libros, que son los fundamentales creo yo para que les contemos cuentos a los niños, están también los cuentos de Andersen, con La Sirenita, por ejemplo, los cuentos de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, con La Bella y la Bestia (en general durante los siglos XVII y XVIII en Francia aparecen excelentes autores de cuentos de hadas). O la recopilación de Jacobs de los Cuentos de Hadas ingleses, donde se encuentra la historia de Jack y las habas mágicas (podría decirles incluso que yo misma hoy tengo mis propias habas mágicas en la palma de mi mano). O los millones de cuentos de las distintas tradiciones como Vasilisa, el cuento ruso, Kirikou y la Bruja, un cuento africano que hace poco Michel Ocelot convirtió en película, La perla del dragón que es un cuento chino, o El lobo gris, también un cuento ruso que le fascina a mi hijo Ismael y que me hace repetir todas las noches. Por supuesto están también los cuentos mapuches, quechuas, aymaras, lakotas y muchos más, pero no es la idea aquí hacer una enumeración.
Con estos cuentos disponibles en la carta podemos generar en nuestros hijos y en nuestro entorno en general, no voy a decirles un mundo de fantasía, que es lo que ustedes esperan, no, para nada: Un mundo de fe. No una fe divina. Una fe interior. Es la fe que podemos llegar a tener –o no- en nosotros mismos. Ese es y lo digo subrayado el verdadero poder de los cuentos de hadas.
Cuando me siento a pensar en la miseria en el mundo, en la pobreza que duele, en el preso que sufre, en la madre presa privada de sus hijos y en esos hijos privados de su madre (¿existe acaso mayor dolor?) y en tantas otras angustias tengo la certeza de que una herramienta poderosísima para todas las madres y para todos los adultos frente a los niños son los cuentos.
Los cuentos de hadas vienen de tiempos inmemoriales, han pasado por todas las épocas, no nos hablan de un momento dado, no nos hablan de una experiencia particular en la tierra, nos hablan de los dilemas del espíritu y de cómo a pesar del dolor, de la pérdida, de la angustia, del miedo y de las caídas uno puede triunfar finalmente en la vida. Por eso, todos los cuentos de hadas, o todos aquellos que son beneficiosos para los niños son aquellos que tienen un final feliz. Esto es importantísimo, porque es lo que reafirma la fe en si mismo. La inexorable fe de que un futuro mejor vendrá.
Cuando le contamos un cuento, el niño se identifica al héroe de la historia, se mide con relación a él, se imagina viviendo las mismas angustias y triunfando finalmente sobre todo. Muchas veces cuando el héroe al inicio es malo o sufre mucho y después triunfa, el niño llega a creer que a él también le pasaran estas cosas, por lo tanto, que no importa que el también se sienta malo a veces, o que sufra otras, porque sabe que, al igual que en la historia, el también triunfará en la vida. Los niños a veces también se identifican con los malos, cuando estos tienen su parte atractiva, no debemos emitir juicios de valores cuando esto ocurre. Es normal, que en la naturaleza humana uno sea bueno y malo a la vez, al presentarle esta verdad narrada al niño le producimos un alivio enorme: es normal ser “malo” o tener “malos” sentimientos a veces. Las historias en general, permiten a los niños un acercamiento al funcionamiento de la psique humana: viendo la película Kun Fu Panda, mi hijo me decía;
-“Pobre Tairón, me da pena”
-Pena, ¿porqué? Le pregunté yo.
-Porque sí, no ves que Shi Fu no lo quería, por eso Tairón se hizo malo.
Él se dio cuenta de una de las mayores verdades en la historia de la humanidad: el amor engendra amor, y la falta de amor engendra rabia.
A los niños les gusta la repetición: para asimilar el contenido de una historia, es decir para que la historia produzca el verdadero efecto benéfico, al niño le gusta escuchar la historia una y otra vez. La repetición es necesaria. Por eso me gusta hablar de Menú de Cuentos. La idea es que sean los mismo niños los que elijan las historias que quieren escuchar. Que sean ellos quienes pidan un cuento en particular o que pidan que les repitan otra vez un cuento. ¿Cuantas veces repetir? Cada vez que los niños lo pidan, pueden pasar semanas contando las mismas historias, incluso meses. Llevo casi un año contándole la misma historia a Felipe, el hijo de mi pareja. Cada vez que me ve, me pide la misma.
Creo que la mejor hora del día para contar cuentos de hadas es la noche, en la cama, después del baño que los relaja y con un piyama fresco o abrigado, según la época del año. Los niños se acuestan en sus camas y es la hora de los cuentos. La luz se pone tenue, el cuentista o la cuentista se sienta en la cama con los niños y a través de gestos y mímica y prestando especial atención a las tonalidades de la voz, cuenta cuentos. Los cuentos narrados tienen un potente poder somnífero también. No solo he visto a niños en silencio escuchando cada palabra del cuento, he visto a adultos también, que se han dejado guiar por la magia y la sabiduría de los cuentos de hadas. En la medicina tradicional oriental, se cuenta un cuento al paciente que ponga en juego una representación de lo que a éste le ocurre. Algunos psicoanalistas también utilizan la medicina de los cuentos.
Volviendo a los horarios, los niños me han enseñado que todas las horas son buenas para contar cuentos, creo que el mejor consejo es dejar que los niños pidan sus cuentos cuando ellos quieran. Sin embargo, tengo que decirles otra cosa muy importante: los niños lectores se hacen, son muy pocos, cada vez menos, los que nacen lectores o los que solos llegan a la magia de la literatura. Y eso se consigue con dos cosas: Un buen menú literario (de cuentos de hadas en este caso) y el hábito (como el hábito de lavarse los dientes). Un buen menú de cuentos de hadas es algo así como lo que les propongo aquí –al menos eso tengo la pretensión de creer- y el hábito lo tienen que crear ustedes. Son ustedes quienes tienen que contar los cuentos. Si bien la hora de acostarse funciona para mi, y como han visto mis hijos no me perdonan que no les lea o cuente un cuento, cada cual tiene que buscar su momento del día. Si me atrevo a decirles que tiene que ser al menos, una vez al día. El otro día, Ismael –mi hijo menor de cuatro años- me decía mientras miraba la biblioteca del living: ¿mamá cuando yo voy a tener tantos libros como tu? No es justo: Yo quiero, así, tantos libros”.
Creo que una ultima cosa fundamental es la calidad de las ediciones. No soy partícipe de las ediciones ilustradas, son todas, o en su mayoría, adaptaciones de los cuentos. Las adaptaciones son tontas y son ociosas. No nos sirven para nada. El verdadero poder en los cuentos de hadas está justamente en todas las pruebas que deben pasar los héroes para finalmente ganar el premio de la vida. En los cuentos también existen las repeticiones, en El lobo Gris, por ejemplo, cuatro veces Iván (el héroe) le falla al lobo y cuatro veces el lobo lo perdona. Esto es fundamental para los niños porque a ellos les pasa lo mismo: Repiten invariablemente “nunca más lo voy a hacer, te lo prometo” sin embargo, vuelven a caer en el mismo error. Ver que al héroe le ocurre lo mismo, es para ellos tremendamente reconfortante. Tendrán la certeza de que, en algún momento, podrán dejar de cometer el mismo “error”. Si compramos una adaptación, esta repetición será omitida, se volverá entonces una historia sin sentido para el niño. Uno a veces se angustia porque dice, como le voy a leer que la mamá murió y vino una malvada madrastra, el niño se va a angustiar… los cuentos de hadas son así… lo importante del cuento está en otras cosas que el niño irá encontrando en el camino, en Hansel y Gretel, por ejemplo, es la ayuda entre hermanos, es un cuento maravilloso para trabajar en los niños los celos entre hermanos… En los cuentos de hadas los malos también tienen finalmente su castigo, la madrastra de Blanca Nieves muere bailando con brazas en los pies… Eso también es fundamental, cuando uno es malo de verdad en la vida, tendrá un castigo, y cuando uno es bueno en esencia siempre terminará premiado. Si omitimos esta última parte, (las brazas en los pies) no les estamos transmitiendo a los niños el mensaje completo del cuento.
Solo me atrevería a recomendar la edición ilustrada de Larousse, que tiene una colección que se llama Mi Primer Larousse de Cuentos (están los tradicionales, y hay también cuentos del mundo), es la única que respeta los textos originales. En Chile se puede comprar la colección Cuento Contigo, donde vienen cuentos de hadas, mitos, relatos y poemas ilustrados todos maravillosos. Finalmente, no queda más que recurrir a los clásicos, la edición de los Cuentos de los hermanos Grimm de la editorial antroposófica, la pueden encontrar, también en Chile, en la Farmacia Welleda o en la librería del colegio Giordano Bruno. En la editorial universitaria, en la casa central de la Universidad de Chile encontrarán una selección de cuentos de Andersen, de Grimm, de Perrault, en varios tomos, todos originales. También tienen una selección de los cuentos de Perrault. Finalmente, Las Mil y Una Noches las encuentran en distintas librerías, tendría que contarles al menos la primer historia de los dos reyes para que ustedes pudiesen ojearlas y saber si es una buena edición. Los Cuentos de los Hermanos Grimm de las Ediciones B, con el prologo de Clarisa Pinkola es también una excelente opción.
Una buena manera de partir es leyendo los cuentos ilustrados mostrándoles a los niños los dibujos. Sobre todo para aquellos niños que no tienen la costumbre de escuchar cuentos. Para eso es importante que uno los lea antes, para poder jugar con la entonación de la voz y los gestos. De a poco verán como los niños van mejorando su capacidad de concentración, al principio es probable que se aburran rápidamente con el cuento, sobre todo si tiene pocas imágenes, una buena técnica es ir uno mismo contando lo fundamental y saltando las descripciones más largas. De a poco los niños irán conociendo la historia y se irán involucrando emocionalmente con ella. Ahí empezarán a pedir que se lea todo, no perdonarán una omisión o un error en la lectura. Más adelante uno puede ir leyendo los cuentos de los libros sin ilustraciones para luego “contárselos” a los niños sin necesidad de leer. Mi hijo Ismael me dice muchas noches: “Mamá esta noche quiero un cuento de tu boca”.
2 comentarios:
me gustó mucho... pero de verdad será posible leer cuentos todos los dias...???
anónimo, obvio que es posible leer cuentos todos los días! como la pregunta? 20 min para hacer dormir a tus hijos no es mucho... no sólo ellos lo agradecerán, estoy segura que tú también.
de hecho no es necesario que sean 20 min...pueden ser más cortitos...
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