No he encontrado mejor manera de explicarles a mis hijos el porqué de las cosas que a través de los cuentos, las historias y la poesía. Así, cuando me dispongo a enseñarles algo, o cuando tengo que explicarles cosas recurro a mi cajita mágica de historias.
A los niños les reconforta saber que vendrá después. Para eso existe el día y luego la noche. Para eso existen los días de la semana, los meses y los años. Son nuestros ritos cotidianos. El rito más maravilloso en el mundo es el de los cumpleaños. Lo esperan ansiosamente durante todo el año. Por eso se los festejamos con bombas y platillos. El día del cumpleaños es el día más importante del año para nuestros hijos y me atrevería a decir que para nosotros también.
Así como esperamos el cumpleaños, día a día también los niños esperan cada uno de sus ritos. Por eso es importante que sepan que viene después y que cada día sea con el mismo orden de cosas… Les fascina por ejemplo cuando uno les recuerda, “después de jugar tenemos que ordenar”, o “después de comer, nos vamos a bañar”.
Hay un tiempo para comer y otro para descansar, otro para jugar al aire libre y otro para sentarse a jugar. También hay un tiempo para cocinar y otro para bañarse, un tiempo para ponerse el piyama, lavarse los dientes y otro muy importante para escuchar cuentos antes de dormir… Cuando los niños saben que después del juego vendrá el baño siempre querrán volver a casa, y que después del baño vendrán los cuentos, siempre querrán ir a acostarse. Es importante para ellos contar con los ritos cotidianos porque son los que los contienen y les dan las fuerzas para querer que el día pase, y que luego venga el siguiente.
Cuando no nos ocupamos de este juego de cosas y horarios y dejamos que se acuesten cuando caigan rendido nos estamos olvidando de la importancia de los ritos para ellos…
La historia que más me gusta para explicarles la importancia de los ritos a mis hijos es la del principito con el zorro. Dice así:
“Si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de los demás. Los otros pasos me hacen esconderme bajo tierra. Los tuyos me sacarán de la madriguera como una música. Y además, mira:¿Ves esos campos de trigo? Yo no como pan. El trigo no me sirve de nada. Los campos de trigo no me dicen nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes el pelo de color de oro. ¡Así que será maravilloso cuando me hallas domesticado! El trigo que es dorado, me recordará a ti. Y me gustará el sonido del viento entre el trigo…
El zorro calló y contempló un largo rato al principito:
-Por favor… ¡domestícame!- dijo.
-Me gustaría –respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo amigos que descubrir y muchas cosas que aprender.
-Sólo se conoce lo que se domestica –dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
-¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.
-Hay que ser muy paciente –contestó el zorro-. Primero te sentarás alejado de mí, así, en la hierba. Yo te miraré por el rabillo del ojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…
El principito volvió al día siguiente.
-Hubiese sido mejor que hubieses vuelto a la misma hora –dijo el zorro-. Si vienes por ejemplo a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a sentirme feliz. A medida que avance la hora me sentiré más feliz.
A las cuatro estaré ya inquieto y agitado; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, no sabre nunca a que hora tener listo el corazón… Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? –dijo el principito.
–Es también algo casi olvidado –dijo el zorro–. Es lo que hace que un día sea diferente de los demás, una hora diferente de las otras. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. Bailan los jueves con las chicas del pueblo. Así que el jueves es un día maravilloso. Me voy de paseo hasta el viñedo. Si los cazadores bailasen en cualquier momento, los días se parecerían unos a otros y yo no tendría vacaciones.”
Extracto de El Principito de Antoine de Saint–Exupery.
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